miércoles, 15 de abril de 2009

PILARES DEL ISLAM



ASÍ COMO NUESTRA mente (occidental) progresa paso a paso, lentamente, por una escala racional, y la de los chinos se mueve en amplios y majestuosos círculos, la mente del musulmán procede a impulsos repentinos, enérgicos y poderosos, aunque de ámbito limitado, y tras iluminar las tinieblas con un destello cegador, vuelve a refugiarse en la oscuridad, donde se prepara para una nueva explosión. Los máximos pensadores musulmanes no eran sino filibusteros y aventureros del espíritu: no se avenían al respeto de las leyes establecidas, ni siquiera a las de su religión. Adolecían del defecto de los guerrilleros. Avanzaban como el rayo para luego encontrarse en territorio desconocido y sin mapas, incapaces de reconocer los castillos que estaban atacando, y entonces optaban por acometerlos todos a la vez. Esos hombres no tenían paciencia; si no conseguían saberlo todo, abandonaban la empresa. La lectura de al-Ghazzali o de Ibn Arabi nos sugiere al hombre que combate desnudo contra el cielo después de arrojar sus armas, como si fueran un estorbo en la contienda.

SE EMPEÑABAN EN dar su puesto al cuerpo humano, a las pasiones humanas. Las "incorpóreas" categorías de Platón eran para ellos incomprensibles, se movían con mayor soltura en el mundo menos enrarecido de Aristóteles. Sólo un filósofo árabe, el más grande, osaría afirmar que el hombre está más cerca de Dios cuando se une al cuerpo de una mujer.

SON DESPIADADOS Y campan a sus anchas en este mundo, donde nuestro desasosiego (occidental) y nuestra incapacidad de decisión (también occidental) no hacen sino crecer. Hamlet camina todavía por las murallas de nuestra fortaleza: un Hamlet árabe es inconcebible...

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