BAJO LA LEY levítica, el contacto con un cadáver humano, huesos humanos o una sepultura; con los cuerpos muertos de animales inmundos; con líquidos emanados de los órganos reproductores; o con leprosos, convertían a la persona en "ceremonialmente impura": no podía entrar al santuario, luego al Templo. Las mencionadas son las distintas categorías de "impureza".
QUIEN TOCABA A una persona impura, se volvía impura, y debía bañarse, lavar su ropa y esperar a que el sol se pusiere para volver a ser "limpio".
LA MADRE PERMANECÍA "ceremonialmente impura" durante siete días en el caso de haber tenido un varón, y catorce días en caso de que fuese niña, más treinta y tres días adicionales por el varón y sesenta y seis días por la hija. Luego tenía que presentarse en el Templo como indico en el siguiente párrafo.
CADA CATEGORÍA DE impureza tenía aparejada un procedimiento ritual de purificación. En general, se establecía la presentación en el santuario o en el Templo de un holocausto y de una ofrenda "por el pecado". Dependiendo del grado de impureza, iba desde vacas o corderos, hasta sencillas tórtolas o palomas que se vendían en la misma puerta del Templo o incluso en su interior. Cuando el "impuro" era pobre, bastaban las tórtolas. También se ofrendaban porciones de harina mezclada con aceite, y recipientes de aceite. La madre reciente tenía que presentar un cordero (o una tórtola si era pobre) como holocausto, y una tórtola como ofrenda "por el pecado".
EN LAS REPRESENTACIONES cristianas del Templo de Jerusalén, suele incluirse la pareja de tórtolas, a veces tres tórtolas (como en la Catedral de Burgos), que suelen vender los mercaderes, o portar san José, o incluso llevarlas ángeles u otros personajes. En las imágenes superiores, tórtolas del claustro al fresco del Monasterio de El Escorial.
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