jueves, 8 de septiembre de 2011

MARUJA MALLO



Dijo de ella Francisco Ayala allá por el año 1929 que: “..es como la espuma de la inteligencia, sabe siempre lo que hace. Y por qué lo hace..”

Es una mujer de biografía azarosa en cuanto a los vericuetos del destino, y afortunada pues vivió y convivió con lo más granado de la generación del 27. Nace en Viveiro, en Galicia, en 1902, vive su adolescencia en Avilés donde reside hasta 1922, año en que se traslada con su familia a Madrid y estudia en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Es aquí donde contacta con Lorca, Dalí y Buñuel, y es aquí donde forma parte en 1927 de la que se conoce como Primera Escuela de Vallecas junto a Benjamín Palencia y Luis Castellanos, entre otros. En 1932 realiza un viaje de estudios a París becada por la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, institución que se dedicaba a promover la investigación en todas las ramas del saber en los primeros años del siglo XX hasta que desaparece tras la Guerra Civil Española. Su estancia en la ciudad francesa le hace coincidir con Giorgio de Chirico, Joan Miró o René Magritte y experimenta con el surrealismo. A su regreso continúa pintando, da clases de dibujo, y comienza a realizar decorados como los esbozados para “Los hijos de la piedra”, obra de Miguel Hernández, que finalmente no realiza, o los decorados y figurines de la ópera “Clavileño” de Rodolfo Halffter que no llega a estrenarse debido al comienzo de la Guerra Civil Española. Se alinea desde el principio con la República, lo que finalmente la lleva a exiliarse a Buenos Aires donde continúa pintando y exponiendo. Suceden exposiciones en París o Nueva York, y en América sigue relacionándose con personajes de la cultura como Pablo Neruda. En 1961 vuelve a España durante unos meses, para regresar definitivamente en 1965. Antes de fallecer en 1995, en esa misma década recibe varios homenajes y premios como el Premio de Artes Plásticas de Madrid o la Medalla al Mérito en Bellas Artes.

Según ella misma confiesa: “Mi plástica es un proceso que evoluciona constantemente. Es un desenvolvimiento dinámico en la forma y el contenido…” Podemos rastrear también en su pintura la querencia hacia lo popular, hacia la gente, al mundo cotidiano. De esta manera afirma: “El arte popular es la representación lírica de la fuerza creadora del hombre... En el arte popular están las alternativas de España; las batallas de las dos corrientes contrarias y decisivas: el monstruo y la tragedia…”

En su cuadro “La verbena”, de 1927, cuya inspiración es la verbena de San Antonio de la Florida podemos inferir parte de sus afirmaciones plásticas. En ese mundo reflejado en el cuadro aglutina a modo de divertimento los personajes de la España real como retratados de forma intencionadamente infantil y ambigua, riéndose de los pilares de una sociedad bastante pacata y aferrada a sus costumbres desde una visión falsamente ingenua.

Dijo de este cuadro Juan Manuel Bonet: “Verbenas hubo muchas en la pintura, en la literatura…de aquella España de los felices veinte… Ninguna tan estupenda… como la de Maruja Mallo”.

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