LA TRADICIÓN DE entregar flores como símbolo de homenaje a todos los muertos "sin distinción", es relativamente reciente. De hecho, en Occidente viene sólo desde el siglo XIX, ya que con anterioridad sólo podían disfrutar de flores las personas que morían casi "en olor de santidad": las monjas más célebres, algunos niños, y sobre todo "los inocentes".
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