EN 1898, LOS republicanos concluyeron que el clero había sido el principal causante de la pérdida de las colonias, apoyándose en el fusilamiento del filipino Rizal por Polavieja bajo supuesta influencia de los misioneros.
SE TRATABA DE una sociedad patriarcal y discriminatoria, en la que el clérigo disponía de unas vías de acceso a las mujeres que no existían para el varón normal: habla con ellas a solas, de cosas íntimas, las seduce con sus palabras desde el púlpito, influye sobre su conducta en temas tabúes como la sexualidad conyugal. Hay una rivalidad clara con el resto de la comunidad masculina.
EL CURA ACABA retratado como un auténtico sátiro o don Juan, como un semental con enormes órganos genitales.
EL OBJETO ERÓTICO por excelencia es la novicia, como prueba de máxima dificultad y como supremo trofeo. Sólo el cura tiene acceso a ella, sólo él tiene derechos exclusivos sobre las mujeres más deseables y delicadas.
SÓLO EN ESTE contexto se explica la infantil actuación de las muchedumbres durante la Semana Trágica, que buscaban morbosamente fetos en las tumbas de los conventos o ropa interior y artilugios pornográficos en sus armarios.
LOS CURAS Y frailes tienen todos los rasgos del "chivo expiatorio", del grupo social "maldito", como las brujas, los herejes y los templarios, acusados por las autoridades y por el populacho de similares prácticas abominables: orgías eróticas y animalísticas, sacrificios rituales de niños, antropofagia.
LOS CLÉRIGOS VIVEN en cuevas oscuras, en guaridas, son animales viscosos y reptantes, inmundas babosas, sapos repugnantes, pólipos, tienen tentáculos, cazan escondiéndose como la araña, aprestan sus garras. No son seres "naturales", lo que tranquiliza la conciencia del perseguidor, ya que se ataca a algo "ajeno" al colectivo "normal". Son grupos minoritarios, herméticos, con vestimentas peculiares (negras, holgadas, impenetrables), actúan enigmáticamente, son cultos pero reservados.
ESTOS GRUPOS PERSEGUIDOS tienen una "función integradora": la colectividad se une al identificar a su enemigo; comprende el origen de todos sus males; refuerza los lazos comunitarios; y desplaza la agresividad hacia personas "ajenas", "extrañas". Su utilidad es innegable.
SE ODIA MÁS a los frailes que a los párrocos, y especialmente a los jesuitas: son astutos, tenaces, poco escrupulosos, muy ricos, recurren a la influencia moral, al dinero, incluso a la dinamita (hasta el terrorismo anarquista se debía a la conspiración jesuítica).
EN LOS CONVENTOS se asesina, quemarlos es la única manera de evitar el peligro. Unos abogaban por el plomo y el petróleo, otros por colgar públicamente, en artísticos racimos, la inmunda clerigalla.
EL PARÁSITO CLERICAL succiona nuestras reservas vitales, el espíritu viril se siente abatido, la religión debilita el organismo. Quemar conventos fue propio de tiempos viriles. El fanatismo religioso no produce héroes, y por eso España estaba degradada y casi despoblada. La caridad católica ha fomentado una raza de mendigos. El carácter español sufre una "vagancia muy frailuna".
POR FIN, EL anticlericalismo nos lleva al nacionalismo: la Iglesia catalana apoyó a la Lliga y a la Solidaritat, renegó de la nacionalidad española como antes lo hizo en Filipinas.Si por las venas de los obreros no circulase sangre frailuna, España conquistaría un nuevo imperio en África (como lo hicieron las potencias europeas).
ALTAS TORRES DE las iglesias, sombríos caserones de los conventos, símbolos fálicos de la prepotencia clerical, emblemas urbanos de la humillación nacional.
EN LAS IMÁGENES, monjas sacadas de sus tumbas a principios de siglo y luego en la Guerra Civil.
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