EN EL SIGLO VIII, durante las luchas en defensa de los iconos, el emperador iconoclasta León III Isaúrico acusó a Juan Damasceno ante el califa de Damasco, quien le cortó una mano. Juan rezó toda la noche y prometió continuar la defensa de los iconos si Dios le devolvía la mano. Así pasó, y la mano de plata que ofreció como exvoto originó la iconografía de la Virgen con tres manos (la tercera, colgando del cuello, aunque parece surgir directamente del manto).
LOS "ICONÓDULOS" ERAN los enemigos de los iconoclastas.
EL SEGUNDO CONCILIO de Nicea (787 d.C.) manifiesta que la veneración de las imágenes, lícita, es cosa distinta de la adoración idolátrica. Gregorio de Nisa (representado en el icono de arriba) dice que "como tú (el judío) al adorar el libro de la Ley, no adoras la materialidad de las membranas o la tinta de las que está hecho, sino las palabras de Dios que se encuentran en él, así también yo (el cristiano), al adorar la imagen de Dios, no adoro la materialidad de la madera o de los colores, sino que al poseer la imagen inanimada de Cristo, creo poseer y adorar, mediante ella, a Cristo".
AMBROSIUS CATHARINUS, EN 1552, dice que la imagen es sólo imagen, y no la cosa imaginada, igual que la imagen no es Dios, sino que sólo lo representa.
EL SABIO JUDÍO Amos Luzzatto interpreta la escasa atención a las imágenes (por no decir amplio rechazo de las imágenes divinas) del pueblo de Israel como signo de una excepcional exaltación del valor de las narraciones y de la transmisión verbal.
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